Qué vivan las pequeñas decisiones, porque son ellas las que nos cambian la vida.
Las que determinan que yo esté escribiendo esto desde el lugar en que lo hago, y que tú puedas leerlo desde el lugar en que lo haces.
Esas decisiones que tomamos sin querer, y sin quererlo nos cambian. Que nos ayudan a evolucionar, a seguir adelante, a vivir alegrías y también tristezas... esas que, en definitiva, nos hacen ser quién ahora somos.
Esas pequeñas decisiones, que pueden cambiarnos el día, y también toda una vida.
Las que nos brindan la bendita oportunidad de convertir a esos perfectos desconocidos en las personas más importantes de nuestra vida. Esas que tomamos en el metro cuando sin un por qué aparente escogemos hora, vagón y asiento.
Decisiones que no valen nada, y lo valen todo.
Qué vivan las pequeñas decisiones,
y qué vivan las grandes personas que llegan con ellas.
y qué vivan las grandes personas que llegan con ellas.